Te veo y sonrío, sonrío y te veo, no hay alcance más maravilloso que el contemplar perplejo la armonía de tus formas, como recorriendo la perfección de tus rasgos, la textura aterciopelada de tus labios y esos ojos, tan vivos, tan hermosos tan tuyos. Instantáneo, corrosivo, el recuerdo me asalta, el reflejo traicionero, cambiante siempre tan mezquino, voz suave que seduce hasta el último reducto de voluntad, infinito, imperecedero.
Curvas suaves e infinitas, perfecta asimetría de lo sublime en un mundo indigno que separa lo indivisible y funde lo irreconciliable.
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